jueves, 6 de septiembre de 2012

El día que conocí al Gurruño

     Aunque lo habitual es conocer a tus hijos cuando nacen, en el caso de una cesárea esto no siempre es así. Y ni siquiera hace falta que la vida del bebé o de la madre corran peligro, o que (cada vez menos común, menos mal) que haya habido que usar anestesia general. No, en gran parte de los hospitales de este país (y por lo que me cuentan, no es el único) el sacrosanto protocolo indica que el bebé tiene que ir al nido y la madre a Reanimación durante un tiempo concreto. Como es algo terriblemente necesario para la salud de los dos los tiempos no son los mismos en cada hospital (aviso: la frase anterior era sarcástica, que por escrito puede no notarse). Y de las indicaciones de la OMS (Organización Mundial de la Salud, por si alguien aún no lo sabe) sobre el contacto piel con piel inmediato y el inicio precoz de la lactancia ni hablamos. Total, para qué, si como me dijo mi madre hace poco "esas recomendaciones son sólo para el Tercer Mundo".

     Bueno, que me voy por las ramas. A lo que iba. El día que conocí al Gurruño fue el día siguiente a su nacimiento. Sí, me la habían acercado para que le diera un besito pero (aunque suene horrible decirlo) no sé si la habría podido reconocer si me la hubieran puesto al lado de otros recién nacidos. La noche en Reanimación fue horrible, espantosa. Por un lado, no paraba de sudar (probablemente por efecto secundario de la anestesia). Por otro, era imposible dormir: las enfermeras pasaban a cada rato a hacer cosas (ver si el útero se iba contrayendo, revisar el gotero,...) y encima tenía un manguito puesto que me tomaba la tensión cada media hora y hacía un ruido espantoso al hincharse. Bueno, yo tenía uno y las otras ocho chicas (había sido una noche especialmente intensa en lo que a cesáreas se refiere) otro cada una de ellas, así que cuando no era el mío, era otro el que se estaba hinchando. En consecuencia, no paraba de llorar: por agotamiento, porque estaba sola, porque no sabía cómo ni dónde estaba mi niña,...

     Llegó el día siguiente con el cambio de turnos de las enfermeras, los saludos matutinos, los cotilleos,... Vamos, unas muy contentas porque habían dormido bien, y las otras muy contentas porque se iban a casa. A las de las camillas como que nos ignoraban. Bueno, a todas no, hubo una a la que vino una chica a visitarla, supongo que trabajaba en el hospital. Las horas iban pasando (o quizá fueran minutos, en cualquier caso, fue un tiempo eterno) y nadie nos decía nada sobre cuánto tiempo más tendríamos que estar allí. Por fin apareció la doctora que tenía que autorizar nuestras subidas a planta, pero se lo tomaba con muuuucha calma. Algunos familiares (entre ellos los míos) consiguieron hablar por teléfono con la unidad, pero la respuesta era siempre la misma: "sí, sí, ya está aquí la doctora, ya no tardarán en subirla a planta".

     Cuando por fin me subieron a planta debían ser las doce del mediodía (es decir, pasé unas doce horas en Reanimación, sin mucho más motivo que el que era de noche), no podía dejar de llorar, y ni siquiera sabía por qué. El neonatólogo pasó a verme y a decirme que el Gurruño estaba perfectamente pero en la incubadora. Mis padres bajaron con él y volvieron diciendo que tenía una niña preciosa, y con fotos para que la pudiera ver. Yo me sentía rarísima, la gente me felicitaba, mis padres y mi marido decían que era preciosa, y yo ni siquiera me lo acababa de creer.


     Por la tarde por fin me dejaron levantarme de la cama y que me bajaran en silla de ruedas a que la viera. Pero estaba dormida y no me atreví ni a cogerla por no despertarla. Volví a bajar más tarde y como estaba despierta la tuve un poco en brazos. Muy poco, me daba miedo hacerle daño, ¡era tan chiquitina!

4 comentarios:

  1. Yo tampoco lo entiendo, deberían poder estar los bebés con las madres en reanimación, me parece cruel.

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    1. En el caso del gurruño a lo mejor es discutible, pues se la llevaron a la incubadora. El problema es que yo ahora hasta me planteo si eso era realmente necesario. A veces me da miedo perder la perspectiva...

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  2. Nos hicieron lo mismo con Irene, y como consecuencia fue muy difícil darle el pecho (porque como sabes el reflejo de succión se pierde en las primeras horas si no se amamanta al bebé). Es de locos, lo primero que hace cualquier bebé de mamífero es tomar el pecho materno. ¡Lo primero! Pero en los hospitales a los bebés humanos los meten en nidos y, si preguntas a la matrona, te mira con cara de fastidio y te dice que tienes que esperar... Con Silvia la cosa fue distinta. Puedo decir con mucha alegría que en el J.R.Jiménez de Huelva le han dado la vuelta a los protocolos y ahora lo primero que hacen cuando sacan al bebé es, después de hacerle unos test superrápidos, ponerla sobre la madre para que tome el pecho... no pasó ni media hora entre el parto de Silvia y su primera toma.

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    1. A nosotras la lactancia se nos fue al garete rápidamente (ya llegaré, ya, cuando consiga superar un poco la bronca con mis padres y siga con la historia). Me alegro (y me da envidia sana) de que con Silvia la cosa haya ido mejor. En La Paz supongo que tardarán muy mucho en cambiar los protocolos, tienen demasiados partos complicados.

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